miércoles, 25 de junio de 2008

El origen del cuerpo humano III

LOS 2 ELEMENTOS QUE NO EXISTEN EN LA NATURALEZA – parte Iª-


LOS ELEMENTOS INESTABLES

Dios creó el Universo, y organizó la materia en distintos elementos químicos, (1) desde el Hidrógeno al que se asigna el número atómico 1, hasta el Uranio al que se asigna el número atómico 92.
Estos elementos fueron clasificados en una conocida tabla, atendiendo a su nivel creciente de masa y a otras muchas propiedades, primero en 1.870 por Mendeleiev y Meyer, y más tarde, organizados tal y como la conocemos ahora por H. Moseley a principios del siglo XX. Esa tabla es el Sistema periódico de los elementos. En el gráfico que acompañamos, podemos observar que hay dos elementos que aparecen en color violeta, el número 43, el Tecnecio; y el número 61, el Prometio. (2)



La física entiende que los elementos con un número atómico mayor que el Plomo, superan un “umbral” de masa crítica a partir del cual, el átomo es inestable, emite radiaciones y se desintegra en un tiempo más o menos largo, dando origen a otros elementos de menor masa atómica y por lo tanto más estables. (3)
Pero la física no ha encontrado de momento ningún argumento para explicar por qué el átomo con un número atómico 43, es inestable y aunque se obtenga artificialmente, se desintegra. Esto quiere decir que las ciencias aplicadas no tienen hoy respuesta a esta pregunta: ¿por qué el nº 43 es inestable mientras que los elementos anteriores y posteriores, los que tienen como número atómico el 40, el 41, el 42, o bien el 44, el 45, y el 46 son estables?. Y exactamente lo mismo ocurre en el caso del elemento nº 61.

Como las ciencias aplicadas no nos ofrecen ninguna respuesta, tendremos que buscarla en otro sitio.

EL ELEMENTO Nº 43 → EL TECNECIO.

En 1.925, dos científicos alemanes, creyeron haber encontrado el elemento nº 43 en un mineral de Uranio llamado pechblenda en la región de Masuria, al sur de Polonia, región que pertenecía por aquel entonces a Prusia, pero el hallazgo no resultó cierto.

En 1.937 el físico estadounidense Lawrence, en la universidad de Berkeley, bombardeó una muestra de Molibdeno (elemento nº 42), con deuterones. (4) La muestra fue enviada a Italia, donde Emilio Segré y Carlo Perrier, descubrieron en la muestra la presencia del elemento químico nº 43 al que llamaron Tecnecio –del griego “tecnetos” que significa artificial. Y le adjudicaron el símbolo Tc.(5)

En la actualidad, el tecnecio se obtiene como uno de los subproductos de la desintegración del Uranio en las centrales nucleares, así que el tecnecio es un residuo nuclear radiactivo, se estima que existen almacenados en la Tierra unos cien kilos de Tecnecio en distintos isótopos. Por supuesto todos ellos son inestables, y emiten radiaciones muy peligrosas. Lo que no es inconveniente para que se use ese residuo radiactivo en medicina y en metalurgia.

En medicina, se usa especialmente para diversos tipos de diagnósticos nucleares, en bastantes de los conocidos “contrastes”. (6) Se emplea el isótopo Tc99m que se semi-desintegra en 6 horas emitiendo rayos gamma; con lo que a las seis horas el paciente tiene en el cuerpo además del efecto de las radiaciones, la mitad del Tc99m que se le introdujo, pues la otra mitad se ha convertido en Tc99 que sigue siendo radiactivo, solo que en vez de emitir rayos gamma, emite rayos beta.

Y en cuanto al uso en la metalurgia, se ha comprobado que estos isótopos del Tc, tienen propiedades antioxidantes, sobre todo en los aceros preparados con aleaciones de carbono. No sabemos si realmente se está usando o no, lo que si sabemos es que si se está haciendo, no nos lo van a decir; pero nos tememos que es perfectamente posible hoy que nuestra flamante olla a presión de acero inoxidable, o la llave inglesa que tenemos en el armario, contengan tecnecio procedente de los residuos radiactivos de una central nuclear, y de paso se contenta un poco a los ecologistas, haciendo “desaparecer” parte de los residuos radiactivos discretamente, puesto que ninguno tenemos en casa un aparato para medir la radiactividad. Alguien tendría que investigar esto en profundidad.

Algunos científicos postulan que el elemento 43 existía en la tierra, pero como es inestable, se desintegró hace tiempo y ya no existe en la naturaleza. Esto podría ser cierto, aunque es indemostrable, y en todo caso no afecta para nada a lo que estamos tratando, puesto que no es una explicación de porque ese elemento se desintegra y los que están antes y después que él en el sistema periódico, no lo hacen.

En 1.952 el astrónomo Paul W. Merrill detectó la señal espectral del Tecnecio en la luz emitida por la estrella R de la constelación de Andrómeda, posteriormente ha sido detectado también en otras de las llamadas gigantes rojas del tipo S, que son un tipo de estrellas que se consideran frías y muy ricas en Carbono.(7) Mantenemos nuestras reservas sobre la similitud entre hacer un análisis espectroscópico de un fragmento de tecnecio en la tierra, a cinco centímetros de distancia, con deducir la presencia de ese elemento en una estrella que está a muchos años-luz de la tierra, suponemos de buena fe que se habrán “estimado” y “descontado” las aberraciones por el solapamiento y las interferencias de las distintas ondas durante el viaje, por los campos electromagnéticos y gravitatorios atravesados por esos rayos de luz, y los efectos de la reflexión y la refracción al llegar y atravesar la atmósfera terrestre.

En todo caso, esto no afecta al tema que nos ocupa, pues la vida no existe en las estrellas, como todos sabemos.

Y de ser cierto, que exista Tecnecio en las estrella “viejas”, lo que plantea es un problema serio a las hipótesis actuales sobre el origen del universo y de las estrellas en concreto, porque estas hipótesis también están influidas por uno de los presupuestos esenciales del paradigma evolutivo a saber: “En el origen está lo más sencillo que va evolucionando hasta lo más complejo”. Si en el comienzo, sólo existía en el universo Hidrógeno y Helio, de dónde ha salido ese Tecnecio, ¿en cada estrella hay varios ciclotrones como en algunas universidades modernas?. ¿No será más lógico pensar que si existe ese Tecnecio, es como resultado de la desintegración por fisión de elementos pesados como el Uranio?.

Existe una contradicción teórica relacionada con el modelo del big-bang, que no parece llamar mucho la atención de los físicos: si en la fisión nuclear, cuando un átomo se desintegra, emite radiaciones (energía) y de él resultan otros átomos de menor masa atómica, lo que está comprobado experimentalmente en las centrales nucleares y en las explosiones de bombas atómicas. ¿Cómo dicen que en la fusión, si juntamos dos átomos para formar otro de mayor masa, también se desprende energía?.


APROXIMACIÓNES A UNA RESPUESTA

¿Por qué no existe en la naturaleza el elemento número 43?. Las ciencias aplicadas no tienen una respuesta, y posiblemente, escapa de sus posibilidades el contestar. Creemos que esta es una de esas preguntas que ellas no pueden responder, así que a partir de ahora vamos a buscar en otros lugares:

· Dios no creó ningún elemento químico con el número 43, y dispuso que si llegaba a producirse por desintegración de otros más pesados, no perdurara, fuese inestable. Dios dejó el número 43, en algún modo “reservado” para los seres vivos.

· El código genético es una clave que transcribe la información que contiene la molécula de ADN, y que está organizada en un desarrollo combinatorio en el que participan exactamente 4 bases nitrogenadas, cifradas en codones, esto es, que son tomadas y “leídas” en los ribosomas por el ARN de transferencia, en grupos de 3.

· Seguimos ahora a San Agustín cuando escribió: “En numerosos pasajes de las Escrituras, están ocultas, correspondencias secretas que permanecen inaccesibles a los que no conocen los números”.(8)
Si leemos el relato de la Creación en el Génesis, (los dos primeros capítulos), encontramos dos palabras que tienen el valor numérico (9) del que estamos tratando, el valor 43. Primero encontramos la palabra ע ר ז que significa semilla, germen y que aparece en el relato del día tercero: “Después dijo Dios: -Produzca la tierra hierbas, plantas que den semillas de su especie y árboles frutales que den sobre la tierra frutos conteniendo en ellos la semilla propia de su especie- Y así fue” (Ge. 1, 11). La trascripción fonética aproximada de esta palabra sería Z R chA. (en el hebreo no se escribían las vocales, sólo los que habían sido instruidos conocían la Escritura y podían leerla).Y su valor es ז = 7; ר = 20; ע = 16. de donde: 7 + 20 + 16 = 43.
También ע ר ז, es la palabra usada para referirse al semen humano, por ejemplo: “cuando un hombre haya tenido una efusión de semen, lavará con agua todo su cuerpo y será impuro hasta la tarde” (Le. 15, 16)
Y la segunda palabra que encontramos es ר ש ב que significa carne; y que aparece en el relato la formación de Eva: “Entonces YHWH Dios hizo caer sobre el hombre un sueño letárgico, y mientras dormía tomó una de sus costillas, reponiendo carne en su lugar” (Ge. 2, 21). Esta palabra carne aparece varias veces, referida tanto a la carne del hombre como a la de los animales, como cuando Dios dice a Noé: “Veo llegado el fin de toda carne, porque la tierra está toda llena de iniquidad por causa de los hombres” (Ge. 6, 13) o después del diluvio cuando les dijo a los sobrevivientes: “Solamente os abstendréis de comer carne que tenga todavía su vida, esto es, su sangre” (Ge. 9, 4). La trascripción fonética aproximada sería B Sh R; y su valor: ר = 20; ש = 21; ב = 2; por lo que 20 + 21 + 2 = 43.

· Es muy importante hacer ahora una precisión: la palabra ר ש ב no se refiere a la carne en el sentido que nosotros le damos cuando vamos al supermercado, porque cuando se quiere referir exactamente a músculos, la Escritura usa la palabra ר י ר ש como es el caso del libro de Job: “Mira qué fuerza hay en sus lomos, qué vigor en los músculos de su vientre” (Job. 40, 16). Por lo que entendemos que la palabra ר ש ב → “carne”, se refiere de una forma más genérica al cuerpo físico vivo.

· Así pues, el número 43, esquema numérico del código genético, aparece en el relato del Génesis vinculado a la semilla, en el reino vegetal, y al semen en el hombre,(10) y por otro lado a la carne en cuanto a cuerpo físico vivo en lo que se refiere a los animales y al hombre.

· De momento, sólo vamos a añadir que el Evangelio de San Mateo comienza con “el libro de la generación de Jesucristo” y describe las 42 generaciones que hubo entre Abraham y el Salvador. (cf. Mt. 1, 1 – 17). Y el Evangelio de San Lucas, describe también la genealogía de Jesús, describiendo las 42 generaciones que hubo entre Jesús y David (cf. Lu. 3, 23 – 38).(11) Por lo que el número 43 está directamente relacionado con la generación de la Naturaleza Humana del Mesías. Y por participación, con la naturaleza humana de cada uno de nosotros.

· No vamos a extraer conclusiones hasta que no veamos el otro elemento que no existe en la naturaleza: el Prometio número 61.






Angel Luis Hurtado Contreras

Semogil 8 de Junio del 2008




(1) Evidentemente, no nos referimos a los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra, que pertenecen a otro orden más cercano a la causa y de los cuales trataremos en su momento (cf. Tomás de Aquino “Los principios de la naturaleza a Fray Silvestre” Cap. III – 18 - en “Comentario al libro de Aristóteles sobre la generación y la corrupción” – traducción de Ignacio Aguinalde y Bienvenido Turiel – Eunsa – 2.005 – p. 176 – Aristóteles, “Metaphysica” V, c.3, 1.014 1 1.026).
(2) Como puede verse fácilmente, también aparecen en color violeta el Neptunio, nº 93; el Plutonio, nº 94, y así todos los que quieran añadir con masa creciente a partir del Uranio, parece que los científicos, una vez que han comprobado que pueden hacerlo, están un poco desencantados en seguir adelante, esto se percibe un poco en el cambio en el tipo de nombres que les adjudican, sobre todo a partir del 110. Todos ellos son, como los dos reseñados, artificiales e inestables.
(3) Este asunto de la radiactividad, que era necesario mencionar, nos acerca, sin que esa sea nuestra intención, a un tema de suma importancia en los albores de la física y la química modernas, la búsqueda de “la piedra filosofal” o “la transformación alquímica del Plomo en Oro”.
(4) Un deuterón, también llamado Deutón, es un isótopo (variaciones inestables de un mismo elemento, que tienen distinta masa atómica, pero que ocupan el mismo lugar que el “átomo estable” en el sistema periódico de los elementos, de ahí su nombre: iso → igual y topos → lugar) del Hidrógeno cuyo núcleo tiene una masa aproximadamente el doble que la del núcleo del Hidrógeno.
(5) Carrasco Licea, E. y Carramiñana Alonso, A; “Tecnecio en la tierra y las estrellas”. Diario Síntesis – 8/2/2.000.
(6) Desconocemos las respuestas a estas preguntas: ¿existe una valoración real de las ventajas y los inconvenientes de este tipo de métodos de diagnóstico?; ¿hasta que punto es aplicable a este asunto el dilema de si el fin justifica los medios?; ¿tantos avances en la tecnología médica y no se han encontrado métodos de diagnóstico menos agresivos?.
(7) Carrasco Licea, E. y Carramiñana Alonso, A; “Tecnecio en la tierra y las estrellas”. Diario Síntesis – 8/2/2.000.
Tagami, Keiko – “Technetium-99 Behaviour in the Terrestrial Environment – Field Observations and Radiotracer Experiments” – Journal of Nuclear and Radiochemical Sciences, Vol. 4, No.1 – p. 1 – 8 – 2.003.
(8) San Agustín – “De Vera religione II – 16”.
(9) No podemos entrar aquí a desarrollar el tema del valor numérico de las letras hebreas de la Escritura, sólo vamos a dar unas indicaciones elementales basados en “Tú, todo lo dispusiste con medida, número y peso” (Sab. 11, 20). Y remitimos desde ahora al lector interesado a la obra de Jean Gastón Bardet.
1. Sabemos que al menos desde el comienzo de la Edad Media, se difundió una clave falsa sobre esta trascripción de letras en números. La clave auténtica es la que describe el autor citado, y esto se conoce por la absoluta evidencia de los resultados.
2. Los cálculos reales están hechos sobre el texto hebreo traído por Esdrás de la cautividad de Babilonia, antes de que los masoretas puntuaran el texto, separasen las palabras y “corrigieran” lo que ellos consideraron errores gramaticales. La edición que mejor conserva el texto original de las que hemos encontrado, es la edición bilingüe Hebreo-alemana del Pentateuco: הרות ישמוח השמח – Die Fünf Bücher Mole.
3. Recordamos que el hebreo se escribe de derecha a izquierda, orden que respetamos cuando escribimos en esa lengua, pero que invertiremos al citar la fonética aproximada.
4. El asunto es de una sencillez asombrosa, se trata de que cada letra según el orden del aletafo, tiene un valor desde 1, la primera, hasta 27 la última. Y para saber el valor de una palabra sólo hay que sumar el valor de cada una de sus letras. En Hebreo hay cinco letras que se escriben de forma distinta según que vayan dentro o al final de la palabra.
Nombre hebreo valor fonética aprox. Nun נ 14 N
Alef א 1 hA Sámek ס 15 S
Beth ב 2 B ‘Ayin ע 16 chA
Guímel ג 3 G Phé פ 17 Ph
Dáleth ד 4 D Tsáde צ 18 Ts
He ה 5 H Qof ק 19 Q
Váu ו 6 W Resch ר 20 R
Záyin ז 7 Z Shin ש 21 Sh
Jeth ח 8 cH Táu ת 22 Th
Teth ט 9 T Kaf final ך 23 K
Iod י 10 Y Mem final ם 24 M
Kaf כ 11 K Nun final ן 25 N
Lámed ל 12 L Phé final ף 26 Ph
Mem ם 13 M Tsáde final ץ 27 Ts

(10) Podríamos inferir por inclusión que también se refiere al semen de los animales.
(11) No es de especial importancia en este momento de la exposición, el significado de que San Mateo, establezca esa lista de antecesores desde Jesús hasta Abraham, y en cambio San Lucas, la establezca hasta Adam y hasta Dios, consignando un total de 77 generaciones. Lo que en la Escritura parece una contradicción a primera vista, resulta siempre una riqueza, considerado con la adecuada Luz que da el Espíritu Santo.

El origen del cuerpo humano II



¿HASTA DÓNDE PODEMOS LLEGAR?

En el artículo que precede a este, planteamos el nudo de la cuestión que nos ocupa, y diremos desde ahora que nuestro entendimiento cree por la fe, que Dios creó al hombre de un modo distinto al usado para crear el resto del cosmos (incluimos aquí, por supuesto a los animales). Creemos que el hombre es una creación única y nueva en su totalidad: espíritu, alma y cuerpo, como convenía al fin para el que nos creó a su imagen y a su semejanza, pues el fin del hombre es Dios.(1)
El motivo de escribir estos artículos es intentar una síntesis entre lo revelado por Dios al hombre, los argumentos racionales y los datos científicos sobre el origen del cuerpo humano, que pueda sernos útil para dar razón de nuestra esperanza. Es evidente que la verdad (2) sobre los seres que existen, sólo es accesible al entendimiento de Dios.(3) Nuestro entendimiento humano es limitado, por lo que pasa de la verdad a la falsedad, y eso no debemos entenderlo como que no existe una verdad sobre cada cosa, sino en cuanto que “Lo verdadero o lo falso no está en las cosas, sino en el entendimiento”.(4)
Es evidente que si dispusiésemos de una demostración elaborada, la publicaríamos inmediatamente. Escribimos mientras caminamos, por lo que los comentarios y las críticas tienen un gran valor constructivo. Sabemos que hay muchas personas trabajando en esta dirección.

Vamos a acotar el sendero por el que deseamos a discurrir:

1. El sabio profesor D. Joaquín Ferrer Arellano escribió:
“Es vana la pretensión de extraer de la Biblia conocimientos de ciencia natural. La Revelación divina enseña el camino de la salvación, y no pretende anticipar unos conocimientos que el hombre sólo puede descubrir mediante el estudio científico de la naturaleza. Pero existen frecuentes abusos en nombre de la ciencia, que es distorsionada no pocas veces en beneficio de ideologías materialistas y relativistas que nada tienen de científico. Esto exige un análisis científico riguroso que permita delimitar qué afirmaciones se encuentran realmente demostradas y cuáles son solamente hipótesis más o menos plausibles, y qué otras afirmaciones son, en cambio, extrapolaciones que carecen de base científica y que, si se presentan como científicas, dan lugar a ideologías pseudocientíficas”.(5)
Entendemos que ese análisis científico riguroso, no se ha realizado en profundidad, sino sólo en lo referente a aspectos concretos de la teoría de la evolución, como si existiese una fuerte presión sobre lo que es “científicamente correcto”, del mismo modo que existe sobre lo “políticamente correcto”. Ese análisis debe llevarnos hasta cuestionarnos si podemos considerar científicamente demostrado el que las distintas especies de seres vivos se han originado por evolución.
Hemos analizado este aspecto en nuestro estudio titulado “La evolución una teoría insostenible y falsa”, y especialmente en lo que concierne al tema que nos ocupa, el origen del hombre, hemos llegado a la conclusión de que buscar su origen (en lo que se refiere a su cuerpo físico) en un “homínido” preexistente, no es una afirmación plausible. Por lo que no vamos a comentar los postulados evolucionistas. Estamos con Jean Rostand cuando al final de su vida reconoció que: “La evolución es un cuento de hadas para adultos”.(6)

2. Entendemos que pertenecen a las ciencias naturales todas las ramas del saber humano que buscan conocer hasta donde les sea posible, la verdad sobre lo que existe. Por lo que consideramos que ciencias como la Filosofía, la Teología o la Sabiduría, que estaban ya presentes en “acto” en el hombre desde su creación,(7) forman parte de la naturaleza humana, y pertenecen por derecho propio a las ciencias naturales, con un rango superior a las llamadas ciencias experimentales.

3. Intentaremos en la medida en que esto sea posible, separar las aportaciones de las ciencias aplicadas de las aportaciones de las demás ciencias. Cada una en su ámbito, y hasta dónde puede llegar por su propia naturaleza, debe aportar su visión de la parcela de los seres que puede estudiar. Y es imposible una contradicción, puesto que es absurdo que algo exista y no exista a la vez.(8)

4. Consideramos que para poder hacer un acercamiento al origen del cuerpo del ser humano, es imprescindible considerarlo como el ser que es en realidad, y para ello, la especialización es un obstáculo, más que una ayuda. Hemos de ir reuniendo datos que impliquen un amplio abanico de disciplinas. Algunas de las que vamos a usar, pueden resultar “extrañas”, o “sospechosas” incluso a los creyentes, pero hay determinados aspectos esenciales que hay que afrontar necesariamente y que no entendemos, cómo podrían ser abordados de otro modo.

5. Entendemos que la Escritura, y en especial los primeros capítulos del Génesis, no son un tratado científico, ni tampoco un informe histórico, al menos como entendemos la historia hoy. Creemos que son principalmente un relato salvífico, metafísico y ontológico, y aunque pueda considerarse que quién lo puso por escrito, pudo estar influido por la cosmología de su época, creemos por la fe que el relato fue directamente inspirado por Dios, y por lo tanto es lo que Dios ha querido comunicarnos sobre el origen del cosmos, sobre el origen de los seres vivos y sobre el origen del hombre. Ese relato es la Verdad sobre los orígenes.(9) Y los descubrimientos o investigaciones que el hombre ha hecho, o pueda hacer a lo largo de la historia, siempre enriquecerán esa verdad revelada con nuevos matices y nuevos datos, pero no pueden contradecirla, como dijo Galileo: Las dos verdades, la de la fe y la de la ciencia, no pueden contradecirse jamás. “La Escritura santa y la naturaleza, al provenir ambas del Verbo divino, la primera en cuanto dictada por el Espíritu Santo, y la segunda en cuanto ejecutora fidelísima de las órdenes de Dios”(10)

6. Así pues, no podemos pretender desentrañar lo que sólo pertenece al entendimiento de Dios, y entendemos que a lo sumo que podemos aspirar es a limar las aparentes contradicciones, entre las aportaciones de las ciencias aplicadas y lo revelado por Dios al hombre. Y que el fin último de todo esto, es Cristo el Señor.


Angel Luis Hurtado Contreras
6 de Junio del 2.008 - Semogil

(1) Sto. Tomás de Aquino – Suma de Teología I - parte 1 C.1; a.1 – BAC - 2.001.
(2) “La verdad es aquello con lo que se pone al descubierto lo que algo es” San Agustín – “De Vera Religione –C.36: ML 34, 151.
(3) Sto. Tomás de Aquino – Suma de Teología I - parte 1 C.14 ; a.14 y 15 – BAC - 2.001.
(4) Aristóteles Metafísica VI – 5 c.4 n.1 (BK 1027 b25). Citado por Sto. Tomás op. cit. p. 224.
(5) Ferrer Arellano, J. “El misterio de los orígenes” – Eunsa 2.001. p. 410.
(6) Jean Gaston Bardet – “Ishraël connais ton Dieu” – Edic. de la Maisnie – París – 1.982. p. 51.
(7) En cuanto a la Filosofía, el hombre fue consciente de su soledad (Ge. 2, 18). y no encontró ayuda adecuada para él entre los animales (Ge. 2, 20). Desde el comienzo, se preguntaba ¿Quién soy yo?.
En cuanto a la Sabiduría, entendida como un don de Dios que hace apto al hombre para recibir la revelación de los designios salvadores de Dios, (cf. 1 Cor. 2, 6 y Ef. 1, 8ss y 17ss; y también H. Haag – “Diccionario de la Biblia” – Herder – p. 1.746) Adam y Eva la poseían, pues Adam, conversaba con Dios a la caída de la tarde (Ge. 3, 8ss). y estaban los dos desnudos sin avergonzarse uno del otro (Ge. 2, 25).
Con la tentación, comenzó un nuevo tipo de “teología”, construida con y desde la razón humana: “Vio la mujer que el árbol era apetitoso para comer, agradable a la vista y deseable para adquirir sabiduría” (Ge. 3, 6).
Con el pecado y la caída, el hombre perdió la Sabiduría, y con ella la auténtica Teología y la auténtica Filosofía, construida con lo revelado por Dios al hombre (cf. Sto. Tomás – Suma de Teología Parte 1 – C. 1 a.1). Y tanto su “filosofía” , como su “teología” quedaron disminuidas, como heridas, esta es la situación actual del hombre.
El Espíritu Santo es el que restituye al hombre la Sabiduría, como un don de la Gracia, para que su Filosofía y su Teología puedan ser acordes con la Verdad.
(8) El principio de no contradicción: Aristóteles – Metafísica IV – 1.005b.
(9) Eso no quiere decir que pueda por ello leerse literalmente, por ejemplo, el asunto tan controvertido de los “días” de la creación, no puede entenderse en el sentido que para nosotros tiene hoy la palabra día, como el tiempo de rotación de la tierra, o el tiempo comprendido en 24 horas, puesto que en los primeros días del relato, no existían ni el Sol, ni la luna ni las estrellas.
(10) Galileo G. Carta al P. Benedetto Castelli – 21 de Diciembre de 1.613.
“Fides et Ratio”- 34. Edit. San Pablo 1.998 – p. 55.
Vaticano II – “GS” – 36.
Juan Pablo II – “Discurso a la Pontificia Academia de las Ciencias” 10 de Noviembre de 1.979: Insegnamenti II, 2 (1.979) 1.111 – 1.112.

viernes, 23 de mayo de 2008

EL ORIGEN DEL CUERPO HUMANO I



SOBRE EL ORIGEN DEL CUERPO DEL HOMBRE

“El necio se engaña pensando que conoce muchas cosas, pero en realidad no es capaz de fijar la mirada sobre las esenciales. Ello le impide poner orden en su mente (cf. Prov. 1, 7) y asumir una actitud adecuada para consigo mismo y para con el ambiente que le rodea”.(1)

He vivido muchos años como un necio, y todavía lo soy varias veces cada día.

Cuando el Espíritu Santo enfocó mi querer, en intentar comprender lo que el entrañable Papa Juan Pablo II, nos quería iluminar con sus catequesis sobre la llamada “Teología del cuerpo”, empecé a entender, lo que significa el haber sido creados a imagen y semejanza de Dios, a qué esta llamado el hombre, la importancia del sacramento matrimonial, el sentido de la donación, la pureza del corazón y el profundo sentido de la existencia humana.

Lejos de toda duda razonable, esa es la verdad sobre el hombre, la verdad antropológica(2), que surge del Principio como un misterio y que resplandece a la Luz de las heridas de Cristo y de su Resurrección de entre los muertos.(3)

Si esa es la verdad antropológica, no sólo es la verdad sobre mí, sino también es la verdad para los que me rodean, y lo es para todos los vivos, “puesto que lo que es verdad, lo es para todos y siempre”.(4)

Así pues, es también la verdad antropológica sobre mis padres, mis abuelos y mis bisabuelos, y de este modo, podemos mirar la sucesión de las generaciones hasta el misterio del Gólgotha, y desde ese momento culminante, seguir caminando mentalmente hacia atrás en la historia, y comprender que para todos aquellos hombres que vivieron antes de la muerte y resurrección del Cordero, esa es también la verdad sobre sus vidas, por más que les estuviese velada en mayor o menor medida.

Y de este modo remontarnos hasta la primera pareja humana, hasta el primer Adán, y aceptar que la verdad sobre quien soy yo y sobre el sentido de mi existencia, es exactamente la misma que lo fue para él, simplemente porque no pudo ser de otra manera.(5)

Aceptamos la existencia de un origen de la especie humana, pues “aunque no sea posible demostrar que el hombre, el cielo y la tierra no hayan existido siempre, podemos por la revelación, creerlo por la fe”.(6)


Y como hay una unidad jerarquizada en la persona: cuerpo, alma y espíritu; siento alegría al leer y compartir esta reflexión: “¿Es posible , en el horizonte de una comprensión evolucionista del universo, seguir sosteniendo la singularidad de la criatura humana, con todo lo que ella comporta?. Sería insuficiente afrontar el problema reservando a la intervención divina únicamente la creación del alma, mientras el origen del cuerpo queda a merced del proceso evolutivo de la formación del mundo. Lo prohíbe aquella unidad entre alma y cuerpo que representa un dato no preterible de la conciencia de la fe cristiana.(7)

En 1950, el Papa Pío XII, escribió su encíclica “Humani Generis”, alertando ante la expansión de las teorías transformistas: “Por todas estas razones, el Magisterio de la Iglesia no prohíbe el que –según el estado actual de las ciencias y de la teología- en las investigaciones y disputas, entre los hombres más competentes entrambos campos, sea objeto de estudio la doctrina del evolucionismo, en cuanto busca el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente –pero la fe católica manda defender que las almas son creadas inmediatamente por Dios-. Mas todo ello ha de hacerse de manera que las razones de una y otra opinión –es decir la defensora y la contraria al evolucionismo- sean examinadas y juzgadas seria, moderada y templadamente; y con tal que todos se muestren dispuestos a someterse al juicio de la Iglesia, a quien Cristo confirió el encargo de interpretar auténticamente las Sagradas Escrituras y defender los dogmas de la fe. Pero algunos traspasan esta libertad de discusión, obrando como si el origen del cuerpo humano de una materia viva preexistente fuese ya absolutamente cierto y demostrado por los datos e indicios hasta el presente hallados y por los raciocinios en ellos fundados; y ello, como si nada hubiese en las fuentes de la revelación que exija la máxima moderación y cautela en esta materia”.(8)

Sesenta años después de la encíclica, da la impresión de que esa discusión de la que habla Pío XII ya no existe, porque cada vez son más los que aún dentro de la Iglesia, dan por absolutamente cierto y demostrado el origen del cuerpo humano en una materia viva preexistente.

Como si el paradigma evolutivo nos impeliese a caer en las redes de aquellos que “desprecian la fe y prometen con temeraria arrogancia la ciencia, y luego nos obligan a creer una infinidad de fábulas absurdísimas que no pueden demostrar”.(9)

Por mucho que se intente enmascarar con evasivas, el asunto en cuestión se concreta en una sola disyuntiva:

1. – Puso Dios un alma humana en el cuerpo de un simio.(10) Y con ello comenzó el linaje humano. O bien:

2. – Dios creó al hombre como una creación nueva, nueva en su totalidad, al margen de los animales.(11)

La proposición 1, después de 150 años de darwinismo, sigue sin poder ser demostrada, es más, los restos humanos antiguos, encontrados cada vez con mayor frecuencia, diluyen la posibilidad paleoantropológica de que ese haya podido ser el origen de la especie humana. Sólo las campañas de los medios de comunicación, los empeños de algunos en borrar de nosotros todo lo que nos hace específicamente humanos, junto con el miedo a ser excluidos del ambiente académico, y el desconocimiento de la mayoría, mantienen artificialmente la convicción de que esa es la “verdad demostrada” sobre el origen del hombre.

La segunda proposición es la que siempre ha mantenido la Iglesia, hasta que poco a poco, los creyentes, cediendo ante una especie de “complejo de inferioridad ante el progreso tecnológico”, y también por un excesivo abandono de la participación de los institutos y universidades católicos en la paleoantropología, hemos propiciado la situación actual.

El evolucionismo se está derrumbando, no merece ninguna credibilidad para que nos movamos ni un ápice del comentario de Santo Tomás: “La primera formación del cuerpo humano no pudo proceder de una potencia creada, sino directamente de Dios....... Así, pues, porque nunca había sido hecho un cuerpo humano por cuya virtud pudiera ser formado por generación otro ser semejante en la especie, fue necesario que el primer cuerpo humano fuera hecho directamente por Dios”.(12)

Los creyentes asistidos por el Espíritu Santo y guiados y sostenidos por la Iglesia, tenemos que hacer un profundo discernimiento teológico y científico, y barrer el evolucionismo que se ha introducido en todos los ámbitos de nuestra vida y que parece conducir a la civilización occidental a una existencia huérfana de su Padre, el Dios creador del cielo y de la tierra.

Y como por algún sitio hay que empezar, posiblemente sería conveniente echar un vistazo a la metafísica, y en la clasificación ontológica más elemental, sacar el ADN y los genes del apartado referido a la forma, y colocarlos en el apartado referido a la materia que es el lugar que les corresponde por su propia naturaleza y por su función dentro del ser.

Y el que se asuste de lo que acaba de leer, debe esclarecerse ante las diferencias que existen entre la substancia, la forma y la morfología.

Pues por mucho que nos quieran hacer creer lo contrario, la forma de los seres no es la expresión externa de un genotipo: “lo único que determinan directamente los genes son nuestras moléculas bioquímicas, determinan las proteínas estructurales y las encimas de la célula. Los genes marcan cual es nuestro grupo sanguíneo, o si nuestra hemoglobina o nuestra insulina tienen los aminoácidos adecuados”.(13)

“Que el Trono de la Sabiduría sea puerto seguro para quienes hacen de su vida la búsqueda de la sabiduría. Que el camino hacia ella, último y auténtico fin de todo verdadero saber, se vea libre de cualquier obstáculo por la intercesión de Aquella que, engendrando la Verdad y conservándola en su corazón, la ha compartido con toda la humanidad para siempre”.(14)
Angel Luís Hurtado Contreras
Semogil 2008
(1) – “Fides et Ratio” – 18.
(2) – Al menos en lo referente a la unidad de la persona humana, a la redención del cuerpo, y a la primacía del Amor.
(3) – “Gaudium et spes” – 22.
(4) – “Fides et Ratio” – 27.
(5) – No estoy defendiendo lo que podría entenderse en nuestra época como “la literalidad” del texto del Génesis, más bien lo que quiero declarar es su inequívoca autenticidad.
(6) – Sto. Tomás de Aquino “Suma Teológica” I parte 1 – C. 46; a 2.
(7) – Scola, A. et al. “Antropología Teológica” – secc. VI – vol. XV Edit. Edicep – 2.003 – p. 136.
(8) – “Humani generis” – 29.
(9) – S. Agustín – “Confesiones” VI, 5, 7: CCL 27, 77 – 78.
- “Fides et Ratio” – 40.
(10) – Es indiferente que lo llamemos simio, o lo llamemos “homínido”. Esta no es una cuestión de nombres, es una cuestión de la verdad sobre nuestro origen.
(11) – No puede aceptarse como demostrado el que los animales existiesen antes que el hombre. Desde el punto de vista de la paleontología, porque no se conoce el origen de ninguna especie y del hombre menos. Y desde la revelación, porque el primer relato del Génesis, ubica la creación de las plantas y de los animales antes que la creación del hombre, y el segundo relato, la ubica después. Y que sepamos, el Magisterio de la Iglesia no se ha pronunciado sobre esto.
(12) – Sto. Tomás de Aquino “Suma Teológica” I parte 1 – C. 91; a 2.
(13) – Sanvicens, A. “La verdad sobre la evolución” Edit. PPU – 1.996 - pág. 93.
- Veden, Taylor. “Evolución o reforma en la biología”. Tarrasa. Edit. Tself, 1.974. pág. 41 y ss.
- Lewontin, R. “La diversidad humana”. Edit. Labor. 1.984. pág. 18 - 25 y 75 – 98.
- Chauvin, Remy “Darwinismo, el fin de un mito” Edit. Espasa 2.000 - p.65.
(14) - “Fides et Ratio” – 108.