LOS 2 ELEMENTOS QUE NO EXISTEN EN LA NATURALEZA – parte Iª-
LOS ELEMENTOS INESTABLES
Dios creó el Universo, y organizó la materia en distintos elementos químicos, (1) desde el Hidrógeno al que se asigna el número atómico 1, hasta el Uranio al que se asigna el número atómico 92.
Estos elementos fueron clasificados en una conocida tabla, atendiendo a su nivel creciente de masa y a otras muchas propiedades, primero en 1.870 por Mendeleiev y Meyer, y más tarde, organizados tal y como la conocemos ahora por H. Moseley a principios del siglo XX. Esa tabla es el Sistema periódico de los elementos. En el gráfico que acompañamos, podemos observar que hay dos elementos que aparecen en color violeta, el número 43, el Tecnecio; y el número 61, el Prometio. (2)
LOS ELEMENTOS INESTABLES
Dios creó el Universo, y organizó la materia en distintos elementos químicos, (1) desde el Hidrógeno al que se asigna el número atómico 1, hasta el Uranio al que se asigna el número atómico 92.
Estos elementos fueron clasificados en una conocida tabla, atendiendo a su nivel creciente de masa y a otras muchas propiedades, primero en 1.870 por Mendeleiev y Meyer, y más tarde, organizados tal y como la conocemos ahora por H. Moseley a principios del siglo XX. Esa tabla es el Sistema periódico de los elementos. En el gráfico que acompañamos, podemos observar que hay dos elementos que aparecen en color violeta, el número 43, el Tecnecio; y el número 61, el Prometio. (2)
La física entiende que los elementos con un número atómico mayor que el Plomo, superan un “umbral” de masa crítica a partir del cual, el átomo es inestable, emite radiaciones y se desintegra en un tiempo más o menos largo, dando origen a otros elementos de menor masa atómica y por lo tanto más estables. (3)
Pero la física no ha encontrado de momento ningún argumento para explicar por qué el átomo con un número atómico 43, es inestable y aunque se obtenga artificialmente, se desintegra. Esto quiere decir que las ciencias aplicadas no tienen hoy respuesta a esta pregunta: ¿por qué el nº 43 es inestable mientras que los elementos anteriores y posteriores, los que tienen como número atómico el 40, el 41, el 42, o bien el 44, el 45, y el 46 son estables?. Y exactamente lo mismo ocurre en el caso del elemento nº 61.
Como las ciencias aplicadas no nos ofrecen ninguna respuesta, tendremos que buscarla en otro sitio.
EL ELEMENTO Nº 43 → EL TECNECIO.
En 1.925, dos científicos alemanes, creyeron haber encontrado el elemento nº 43 en un mineral de Uranio llamado pechblenda en la región de Masuria, al sur de Polonia, región que pertenecía por aquel entonces a Prusia, pero el hallazgo no resultó cierto.
En 1.937 el físico estadounidense Lawrence, en la universidad de Berkeley, bombardeó una muestra de Molibdeno (elemento nº 42), con deuterones. (4) La muestra fue enviada a Italia, donde Emilio Segré y Carlo Perrier, descubrieron en la muestra la presencia del elemento químico nº 43 al que llamaron Tecnecio –del griego “tecnetos” que significa artificial. Y le adjudicaron el símbolo Tc.(5)
En la actualidad, el tecnecio se obtiene como uno de los subproductos de la desintegración del Uranio en las centrales nucleares, así que el tecnecio es un residuo nuclear radiactivo, se estima que existen almacenados en la Tierra unos cien kilos de Tecnecio en distintos isótopos. Por supuesto todos ellos son inestables, y emiten radiaciones muy peligrosas. Lo que no es inconveniente para que se use ese residuo radiactivo en medicina y en metalurgia.
En medicina, se usa especialmente para diversos tipos de diagnósticos nucleares, en bastantes de los conocidos “contrastes”. (6) Se emplea el isótopo Tc99m que se semi-desintegra en 6 horas emitiendo rayos gamma; con lo que a las seis horas el paciente tiene en el cuerpo además del efecto de las radiaciones, la mitad del Tc99m que se le introdujo, pues la otra mitad se ha convertido en Tc99 que sigue siendo radiactivo, solo que en vez de emitir rayos gamma, emite rayos beta.
Y en cuanto al uso en la metalurgia, se ha comprobado que estos isótopos del Tc, tienen propiedades antioxidantes, sobre todo en los aceros preparados con aleaciones de carbono. No sabemos si realmente se está usando o no, lo que si sabemos es que si se está haciendo, no nos lo van a decir; pero nos tememos que es perfectamente posible hoy que nuestra flamante olla a presión de acero inoxidable, o la llave inglesa que tenemos en el armario, contengan tecnecio procedente de los residuos radiactivos de una central nuclear, y de paso se contenta un poco a los ecologistas, haciendo “desaparecer” parte de los residuos radiactivos discretamente, puesto que ninguno tenemos en casa un aparato para medir la radiactividad. Alguien tendría que investigar esto en profundidad.
Algunos científicos postulan que el elemento 43 existía en la tierra, pero como es inestable, se desintegró hace tiempo y ya no existe en la naturaleza. Esto podría ser cierto, aunque es indemostrable, y en todo caso no afecta para nada a lo que estamos tratando, puesto que no es una explicación de porque ese elemento se desintegra y los que están antes y después que él en el sistema periódico, no lo hacen.
En 1.952 el astrónomo Paul W. Merrill detectó la señal espectral del Tecnecio en la luz emitida por la estrella R de la constelación de Andrómeda, posteriormente ha sido detectado también en otras de las llamadas gigantes rojas del tipo S, que son un tipo de estrellas que se consideran frías y muy ricas en Carbono.(7) Mantenemos nuestras reservas sobre la similitud entre hacer un análisis espectroscópico de un fragmento de tecnecio en la tierra, a cinco centímetros de distancia, con deducir la presencia de ese elemento en una estrella que está a muchos años-luz de la tierra, suponemos de buena fe que se habrán “estimado” y “descontado” las aberraciones por el solapamiento y las interferencias de las distintas ondas durante el viaje, por los campos electromagnéticos y gravitatorios atravesados por esos rayos de luz, y los efectos de la reflexión y la refracción al llegar y atravesar la atmósfera terrestre.
En todo caso, esto no afecta al tema que nos ocupa, pues la vida no existe en las estrellas, como todos sabemos.
Y de ser cierto, que exista Tecnecio en las estrella “viejas”, lo que plantea es un problema serio a las hipótesis actuales sobre el origen del universo y de las estrellas en concreto, porque estas hipótesis también están influidas por uno de los presupuestos esenciales del paradigma evolutivo a saber: “En el origen está lo más sencillo que va evolucionando hasta lo más complejo”. Si en el comienzo, sólo existía en el universo Hidrógeno y Helio, de dónde ha salido ese Tecnecio, ¿en cada estrella hay varios ciclotrones como en algunas universidades modernas?. ¿No será más lógico pensar que si existe ese Tecnecio, es como resultado de la desintegración por fisión de elementos pesados como el Uranio?.
Existe una contradicción teórica relacionada con el modelo del big-bang, que no parece llamar mucho la atención de los físicos: si en la fisión nuclear, cuando un átomo se desintegra, emite radiaciones (energía) y de él resultan otros átomos de menor masa atómica, lo que está comprobado experimentalmente en las centrales nucleares y en las explosiones de bombas atómicas. ¿Cómo dicen que en la fusión, si juntamos dos átomos para formar otro de mayor masa, también se desprende energía?.
APROXIMACIÓNES A UNA RESPUESTA
¿Por qué no existe en la naturaleza el elemento número 43?. Las ciencias aplicadas no tienen una respuesta, y posiblemente, escapa de sus posibilidades el contestar. Creemos que esta es una de esas preguntas que ellas no pueden responder, así que a partir de ahora vamos a buscar en otros lugares:
· Dios no creó ningún elemento químico con el número 43, y dispuso que si llegaba a producirse por desintegración de otros más pesados, no perdurara, fuese inestable. Dios dejó el número 43, en algún modo “reservado” para los seres vivos.
· El código genético es una clave que transcribe la información que contiene la molécula de ADN, y que está organizada en un desarrollo combinatorio en el que participan exactamente 4 bases nitrogenadas, cifradas en codones, esto es, que son tomadas y “leídas” en los ribosomas por el ARN de transferencia, en grupos de 3.
· Seguimos ahora a San Agustín cuando escribió: “En numerosos pasajes de las Escrituras, están ocultas, correspondencias secretas que permanecen inaccesibles a los que no conocen los números”.(8)
Si leemos el relato de la Creación en el Génesis, (los dos primeros capítulos), encontramos dos palabras que tienen el valor numérico (9) del que estamos tratando, el valor 43. Primero encontramos la palabra ע ר ז que significa semilla, germen y que aparece en el relato del día tercero: “Después dijo Dios: -Produzca la tierra hierbas, plantas que den semillas de su especie y árboles frutales que den sobre la tierra frutos conteniendo en ellos la semilla propia de su especie- Y así fue” (Ge. 1, 11). La trascripción fonética aproximada de esta palabra sería Z R chA. (en el hebreo no se escribían las vocales, sólo los que habían sido instruidos conocían la Escritura y podían leerla).Y su valor es ז = 7; ר = 20; ע = 16. de donde: 7 + 20 + 16 = 43.
También ע ר ז, es la palabra usada para referirse al semen humano, por ejemplo: “cuando un hombre haya tenido una efusión de semen, lavará con agua todo su cuerpo y será impuro hasta la tarde” (Le. 15, 16)
Y la segunda palabra que encontramos es ר ש ב que significa carne; y que aparece en el relato la formación de Eva: “Entonces YHWH Dios hizo caer sobre el hombre un sueño letárgico, y mientras dormía tomó una de sus costillas, reponiendo carne en su lugar” (Ge. 2, 21). Esta palabra carne aparece varias veces, referida tanto a la carne del hombre como a la de los animales, como cuando Dios dice a Noé: “Veo llegado el fin de toda carne, porque la tierra está toda llena de iniquidad por causa de los hombres” (Ge. 6, 13) o después del diluvio cuando les dijo a los sobrevivientes: “Solamente os abstendréis de comer carne que tenga todavía su vida, esto es, su sangre” (Ge. 9, 4). La trascripción fonética aproximada sería B Sh R; y su valor: ר = 20; ש = 21; ב = 2; por lo que 20 + 21 + 2 = 43.
· Es muy importante hacer ahora una precisión: la palabra ר ש ב no se refiere a la carne en el sentido que nosotros le damos cuando vamos al supermercado, porque cuando se quiere referir exactamente a músculos, la Escritura usa la palabra ר י ר ש como es el caso del libro de Job: “Mira qué fuerza hay en sus lomos, qué vigor en los músculos de su vientre” (Job. 40, 16). Por lo que entendemos que la palabra ר ש ב → “carne”, se refiere de una forma más genérica al cuerpo físico vivo.
· Así pues, el número 43, esquema numérico del código genético, aparece en el relato del Génesis vinculado a la semilla, en el reino vegetal, y al semen en el hombre,(10) y por otro lado a la carne en cuanto a cuerpo físico vivo en lo que se refiere a los animales y al hombre.
· De momento, sólo vamos a añadir que el Evangelio de San Mateo comienza con “el libro de la generación de Jesucristo” y describe las 42 generaciones que hubo entre Abraham y el Salvador. (cf. Mt. 1, 1 – 17). Y el Evangelio de San Lucas, describe también la genealogía de Jesús, describiendo las 42 generaciones que hubo entre Jesús y David (cf. Lu. 3, 23 – 38).(11) Por lo que el número 43 está directamente relacionado con la generación de la Naturaleza Humana del Mesías. Y por participación, con la naturaleza humana de cada uno de nosotros.
· No vamos a extraer conclusiones hasta que no veamos el otro elemento que no existe en la naturaleza: el Prometio número 61.
Angel Luis Hurtado Contreras
Semogil 8 de Junio del 2008
(1) Evidentemente, no nos referimos a los cuatro elementos: fuego, aire, agua y tierra, que pertenecen a otro orden más cercano a la causa y de los cuales trataremos en su momento (cf. Tomás de Aquino “Los principios de la naturaleza a Fray Silvestre” Cap. III – 18 - en “Comentario al libro de Aristóteles sobre la generación y la corrupción” – traducción de Ignacio Aguinalde y Bienvenido Turiel – Eunsa – 2.005 – p. 176 – Aristóteles, “Metaphysica” V, c.3, 1.014 1 1.026).
(2) Como puede verse fácilmente, también aparecen en color violeta el Neptunio, nº 93; el Plutonio, nº 94, y así todos los que quieran añadir con masa creciente a partir del Uranio, parece que los científicos, una vez que han comprobado que pueden hacerlo, están un poco desencantados en seguir adelante, esto se percibe un poco en el cambio en el tipo de nombres que les adjudican, sobre todo a partir del 110. Todos ellos son, como los dos reseñados, artificiales e inestables.
(3) Este asunto de la radiactividad, que era necesario mencionar, nos acerca, sin que esa sea nuestra intención, a un tema de suma importancia en los albores de la física y la química modernas, la búsqueda de “la piedra filosofal” o “la transformación alquímica del Plomo en Oro”.
(4) Un deuterón, también llamado Deutón, es un isótopo (variaciones inestables de un mismo elemento, que tienen distinta masa atómica, pero que ocupan el mismo lugar que el “átomo estable” en el sistema periódico de los elementos, de ahí su nombre: iso → igual y topos → lugar) del Hidrógeno cuyo núcleo tiene una masa aproximadamente el doble que la del núcleo del Hidrógeno.
(5) Carrasco Licea, E. y Carramiñana Alonso, A; “Tecnecio en la tierra y las estrellas”. Diario Síntesis – 8/2/2.000.
(6) Desconocemos las respuestas a estas preguntas: ¿existe una valoración real de las ventajas y los inconvenientes de este tipo de métodos de diagnóstico?; ¿hasta que punto es aplicable a este asunto el dilema de si el fin justifica los medios?; ¿tantos avances en la tecnología médica y no se han encontrado métodos de diagnóstico menos agresivos?.
(7) Carrasco Licea, E. y Carramiñana Alonso, A; “Tecnecio en la tierra y las estrellas”. Diario Síntesis – 8/2/2.000.
Tagami, Keiko – “Technetium-99 Behaviour in the Terrestrial Environment – Field Observations and Radiotracer Experiments” – Journal of Nuclear and Radiochemical Sciences, Vol. 4, No.1 – p. 1 – 8 – 2.003.
(8) San Agustín – “De Vera religione II – 16”.
(9) No podemos entrar aquí a desarrollar el tema del valor numérico de las letras hebreas de la Escritura, sólo vamos a dar unas indicaciones elementales basados en “Tú, todo lo dispusiste con medida, número y peso” (Sab. 11, 20). Y remitimos desde ahora al lector interesado a la obra de Jean Gastón Bardet.
1. Sabemos que al menos desde el comienzo de la Edad Media, se difundió una clave falsa sobre esta trascripción de letras en números. La clave auténtica es la que describe el autor citado, y esto se conoce por la absoluta evidencia de los resultados.
2. Los cálculos reales están hechos sobre el texto hebreo traído por Esdrás de la cautividad de Babilonia, antes de que los masoretas puntuaran el texto, separasen las palabras y “corrigieran” lo que ellos consideraron errores gramaticales. La edición que mejor conserva el texto original de las que hemos encontrado, es la edición bilingüe Hebreo-alemana del Pentateuco: הרות ישמוח השמח – Die Fünf Bücher Mole.
3. Recordamos que el hebreo se escribe de derecha a izquierda, orden que respetamos cuando escribimos en esa lengua, pero que invertiremos al citar la fonética aproximada.
4. El asunto es de una sencillez asombrosa, se trata de que cada letra según el orden del aletafo, tiene un valor desde 1, la primera, hasta 27 la última. Y para saber el valor de una palabra sólo hay que sumar el valor de cada una de sus letras. En Hebreo hay cinco letras que se escriben de forma distinta según que vayan dentro o al final de la palabra.
Nombre hebreo valor fonética aprox. Nun נ 14 N
Alef א 1 hA Sámek ס 15 S
Beth ב 2 B ‘Ayin ע 16 chA
Guímel ג 3 G Phé פ 17 Ph
Dáleth ד 4 D Tsáde צ 18 Ts
He ה 5 H Qof ק 19 Q
Váu ו 6 W Resch ר 20 R
Záyin ז 7 Z Shin ש 21 Sh
Jeth ח 8 cH Táu ת 22 Th
Teth ט 9 T Kaf final ך 23 K
Iod י 10 Y Mem final ם 24 M
Kaf כ 11 K Nun final ן 25 N
Lámed ל 12 L Phé final ף 26 Ph
Mem ם 13 M Tsáde final ץ 27 Ts
(10) Podríamos inferir por inclusión que también se refiere al semen de los animales.
(11) No es de especial importancia en este momento de la exposición, el significado de que San Mateo, establezca esa lista de antecesores desde Jesús hasta Abraham, y en cambio San Lucas, la establezca hasta Adam y hasta Dios, consignando un total de 77 generaciones. Lo que en la Escritura parece una contradicción a primera vista, resulta siempre una riqueza, considerado con la adecuada Luz que da el Espíritu Santo.